sábado, 29 de marzo de 2014

La historia de un paraguas

Paris Romance 20" x 24" Gallery Quality Giclee Print on Museum Archival canvas of Original painting by Karen Tarlton fine art
Él olvidó un paraguas en su coche, o quizás fue ella. El narrador de esta historia no recuerda al olvidadizo, el olor a tabaco escribía la historia de aquel Paraguas donde las tempestades de los días lluviosos podían resguardar los rostros en sus distintas formas, los cabellos, los ojos con todo y la fuente de lágrimas,  los brazos debilitados; y hasta un poco a las ropas. Aquellas que se destiñen ahora porque el ropero se ve todo incoloro.
Ella le antólogo  historias parisinas y citadinas, o quizás fue él... -Ya no lo recuerda el narrador de esta historia- el perfume del tabaco es quien dibuja evocaciones  del símbolo del paraguas en algunas reflexiones interminables, se convertía ese instrumento de protección pasajera en la construcción de un refugio amurallado como en torres altas de castillos coloniales para encender sueños dorados y ser desde siempre la significación  de una correspondencia para las tempestades del corazón.

El paraguas permanece. La lluvia ya es tempestad. El paraguas puede aguardar colorido para  ser un puente en alguna cita, en algún lugar impreciso,  en un tiempo quizás evocable de los sueños rotos, de los sueños que se pierden por el hambre, de los que se cierran, de los sueños que son eso “sueños ceremoniosos”.  El Paraguas,  protagonista de una historia comenzó en el interior citadino donde  se construyó un castillo para refugiar el tiempo simbolizado en un objeto tan simple como un reloj. Así cada manecilla y cada movimiento recuerdan que los castillos son para los soñadores.

París habría de convertirse en el paraguas también de Manhattan o quizá es o será el único posible viajero. ¿Quién muere por mojarse? En el cine sí allí mueren los personajes por la razón que se le antojó al guionista,  se cuentan historias así para darles a personajes la fragilidad (analogía con el objeto del paraguas) a los huesos que se equivocan, a las articulaciones que no abrazan y las palpitaciones que cesan.
El paraguas de Manhattan ha de estarse convirtiéndose en alambres desfigurados, desalineados incoloros o quizás con  colores prestados del arcoíris, de ese arcoíris que posó en las flores de un aniversario ajeno para ella… se tenía que dar oxígeno para dibujar con flores multicolores una casa lejana, fría, grande, tan grande como para que aguarde allí un paraguas que ha de convertirse en la sombrilla que cubra una piel delicada... Y quizá nunca ese paraguas sirva para salvar la enfermedad de la que se moja el alma.
El movimiento del humo narrador dibuja ahora vagamente una esperanza con sabor a batallas, permanecía allí la imagen persistente del  paraguas insostenible en dos manos, como si graficara el futuro incierto sobre los años de aquel paraguas “olvidado” en el coche de él o de ella.
Ellos ya no importan ahora -así lo dijo el humo incrustado- el Paraguas  debe proteger sin mascaras una historia con sabor a olvido para que el presente sea el umbral de un recuerdo que serpentea en las calles oxidadas de ciudades donde se encuentran sabores a cerezos en cada árbol que asusta y entumece a los miedosos y olvidadizos.
Paraguas: imaginación de una mirada dibujada y trazada en sitios homicidas. Esperanza  sin  olvido de una fe que debe entrar a toda ciudad donde haya libros para contarse bajo las estrellas, donde se lean historias latinoamericanas o  universales como aquellas que arropan con  objetos que protejan el alma de los rincones o plazas edificadas en la confianza.
Los paraguas cuentan historias de tertulias,  dibujan mensajes, cuentan crónicas  desnudas, recrean mensajes sin alas, leyendas encadenadas a presagios lógicos, cuentos con retornos a olvidos  y novelas que aguardan con una fe necesaria en cada elemento que compone el paraguas –que recordándolo bien-  fue ella, sí fue ella la que olvidó en su coche un paraguas para que él la salvara.

Quizás el humo debería titular la historia: "Salvación". Pero él dijo que haría sólo lo que ella pidiera, ni siquiera tenía porque ver el humo...ella escribe la historia - creo que nunca fue el movimiento del humo- . Ella pide viajar a París para construir más castillos por eso: "La historia de un paraguas". Siempre habrá un Paraguas, siempre habrá París.









Paraguas

Paraguas
El corazón es un paraguas chico
tan chico que no protege el alma.

El alma es frágil, descorazonada
sin refugio, ni guarida
e insueña se moja.

El subconsciente es arma de contra punta,
medicina que no cura.
Subconsciente: Es todo y es nada contra la esperanza.

El consciente es soterrado por la lluvia
que dejó el otoño invernal
que deja a las primaveras sin olor a tierra
ni semillas…
Corazón y alma: elementos sin grafías

Subconsciente y consciente: iconográficos.

Great Painting

miércoles, 6 de noviembre de 2013

Quiero repetirme

Quiero repetirme
en un amanecer
en anocheceres que se diluyan en amaneceres posibles.

Quiero repetir el son donde las velas de noche bailaban
al ritmo de un oleaje espumoso,
donde las pistas melódicas son lunas y lunares.

Quiero repetirme entre la humedad,
en vapor,
con licor y en las miradas reflejos de Luna.

Quiero repetirme entera
sumergirme entre espumas de silencios y suspiros.
Saborear sin fin,
saborear la Luna luna
y las espumas espumas de sal,
entre letras y fuego
así quiero repetirme.

jueves, 24 de octubre de 2013

Su copa son caricias


A mis dos amores, a los arboles móviles dedico estas palabras:
Los hijos son como arboles móviles cuyas raíces se adhieren al pecho aunque después se desenraicen con los años.
Sus troncos cuyas estructuras aguardan en un hogar serán movibles con el transcurso y crecimiento; sus deseos, peticiones, y acciones de su presente los harán crecer lejos y cerca del pecho de una madre que no planta árboles en su huerto.
Una madre que planta arboles móviles es porque algún día sus troncos tendrán la movilidad de las hojas otoñales.
Sus frutos, las composiciones musicales, los dibujos y todas aquellas manifestaciones que brotan desde sus manitas e intelecto serán recuerdos como las marcas que se hunden en el tronco y cimbran en las raíces.

Sus copas serán la sombra para una madre como un recuerdo simbólico de una caricia eterna.

miércoles, 23 de octubre de 2013

Noche sin bimbalete

Noche sin bimbalete

A veces no escribo trabajos lúcidos, a veces solo anestesio algunas ideas, eso sí, muchas veces calmo las ganas de la escritura con la lectura como si creara puentes que cobijan las ganas de subir y bajar por el bimbalete de la vida.

Soy una mujer con ganas de escribir versos. Últimamente traigo atorado un soneto que tiene su génesis y su muerte en el primer cuarteto. Pretendo clavar el alma en versos fenixianos sin tener certeza siquiera de que habrá un destinatario que se enllague al leer o se embalsame por un símbolo o figura de esas composiciones descompuestas.

La letra se volatiza por falta de lucidez que me provoca la embarazosa noche sin movimiento.

domingo, 6 de octubre de 2013

Hechicero de vuelos, frenos y desenfrenos

Hechicero de vuelos, frenos y desenfrenos

He muerto más de trescientas veces
renacido en sombras con las auroras
trago horas, vomito sombras
exprimo de vez en cuando desvergüences
porque me creo de las luciérnagas y mariposas.

Después de todo no todo es amor
antes de la conciencia hay que estar alerta
los rumores son ecos imprescindibles del intelecto sin clamor
que repiten el mismo dolor de los que aman a voz incierta.

Estamos rodeados de gente que no sabe amar
y terminamos siendo espejos, clones o replicas perfectas.

Las alas son para otra especie, pero soñamos con volar
soñamos con formas imperfectas,
los recuerdos son oleaje de vaivén multipolar
a veces con escollas o ruidos de brisas insurrectas,
pero no se encuentra, ni existe la arena que canta epistolar
ante una brisa que acaricia.
Todo esto es sueño de una leve caricia.

lunes, 16 de septiembre de 2013

Cuentos para no dormir/Una breve reseña


Bajo la dirección de Luna Morena Taller Experimental de Títere, se presentó en el teatro del IMSS en Guadalajara Struwwelpeter (Pedro Melenas) obra que causó sorpresa por los símbolos análogos convencionales, por un lado las recomendaciones de los médicos, en particular a la visión de un especialista en pediatría y por otro el de los padres de familia que buscan la protección de aquellos niños que tienen comportamientos inadecuados.
Pero más que una visión de un pediatra a la antigua –literalmente correspondió a los años de 1845- el fabulador ilustra como los malos modales o comportamientos de niños pueden llevar consecuencias graves, para ello representan a una niña y a cinco niños: el goloso, el que no tenía apetito, el distraído, el desaseado el que se chupaba un dedo y la traviesa.
A pesar que la historia es aterrante por los desenlaces de cada uno de los pequeños, finales siniestros y traumatizantes, el manejo teatral permite cobijar con humor y enseñanza historias que seguramente en su literatura aconsejaban buenos modales.

Las sorpresas de los espectadores, se magnificaron con los desenlaces de los personajes, todos con final caótico. El entorno está cobijado de música, narración, movimientos de los títeres, coreografía, escenografía e historia que compaginaron en escena una grata ambientación entre sombras, oscuros y dos titiriteras que se ocultan tras overoles masculinos, ojeras prolongadas cuyo maquillaje acentúa la expresividad que encarnan historias alemanas.
Muchos elementos valiosos en la representación, se resalta el darle vida a lo inanimado, las titiriteras, ventrílocuas que con técnicas coordinadas en movimientos ofrecieron representar a niños que se sacuden, desploman, vuelan, queman o se hunden.



Los niños tienen advertencias morales, mi hijo, de cinco años disfrutó de los personajes y creo que nunca olvidará al que se chupa el dedo…